De todas las discusiones y el entrevero de opiniones en
torno al “Universo Chamamé” edición 2014 la más novedosa, sin duda, fue la
desatada en torno al mitológico “Kurupí” y su incursión danzante en el
escenario Sosa Cordero.
A este personaje lo
puso en escena Luis Marinoni, director del Ballet Oficial de la 24° Fiesta
Nacional del Chamamé en el cuadro “Noche de San Juan”. El cuerpo de baile
representó las tradiciones de la popular celebración que se recuerda cada 24 de
junio, como el juego de la pelota tatá, los ritos que practican las señoritas a
las 12 de la noche para conocer la inicial se su futuro marido, la quema de
muñecos o la caminata sobre brasas.
Sorprendió cuando se presentó este monstruo antropomorfo
saltando entre las bailarinas con particular destreza revoleando su miembro
viril con las dos manos. Escandalizó cuando por las pasarelas del escenario con
total desparpajo se acercaba al público de las primeras filas. Algunos espectadores
fueron cómplices de la picardía y se rieron, sin ahorrar comentarios acordes a
tal puesta en escena. Otros se ofendieron por tamaña ostentación de obscenidad.
Sin duda captó la atención. Wikipedia me permitió la primera
aproximación a la leyenda de origen guaraní y una descripción bastante gráfica acompañada
de una imagen del Kurupí. Dice la enciclopedia en línea que este ser legendario
se parece “a un hombre bajo, fornido, muy moreno, retacón y extremadamente feo
con manos y pies velludos. Sin embargo su principal característica es su enorme
y larguísimo pene que lleva enrollado a la cintura, el cual usa para atrapar a
sus víctimas”. Y para darle más temeridad afirma que viola y mata a quienes
atrapa pero que “su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes
desaparecen misteriosamente para regresar embarazadas y listas para parir a los
siete meses”.
Afortunadamente, no todo se encuentra por medio del Google, y
un sustancioso aporte llegó gracias a una profesora de Historia, Nancy, en el
programa de radio. Ella explicó que esa caracterización tan peculiar que
hicieron los guaraníes probablemente se relacione al momento de la conquista de
estas tierras, cuando los aborígenes creyeron que los látigos que estos últimos
usaban y llevaban enrollados a la cintura eran una prolongación del propio
cuerpo. Ese látigo era usado para sujetar, someter y violar a las mujeres aborígenes.
Ese nuevo mundo que desembarcó en América representó para
los lugartenientes originarios el choque violento contra su cultura, historia y
tradiciones y la imposición de nuevas formas significaron un verdadero
exterminio.
Es posible que la leyenda del Kurupí que según la mitología
guaraní era el quinto hijo de Taú, espíritu del mal y Keraná, diosa del sueño, considerando
como espíritu protector de la
fecundidad, los bosques, la caza, las cosechas abundantes y la lluvia
bienhechora después de una sequía. Tiene figura de ser humano, con el cabello
rojo y un falo exageradamente desarrollado, enroscado a la cintura como un lazo.
Y que servía de advertencia de las madres para que las muchachitas no se
adentren solas en bosques, montes o selva por el riesgo de ser enlazadas por él,
se haya envilecido en el imaginario popular con las prácticas abusivas de la
conquista.
Mientras más se avanza en el descubrimiento del origen de la
leyenda, menos lugar hay para la ofensa, descontando que la representación se
dio en el marco de una expresión artística de gran calidad y despliegue escénico.
Tampoco parece válida la tacha de sacrílego y profano al
cruce sobre las tablas de los bailarines que caracterizan a la Virgen de Itatí y
el Kurupí. Puede parecer la fiel imagen que Enrique Santos Discépolo describió
en la vidriera irrespetuosa de un cambalache. Aunque no fue acaso Biblia o el
látigo el Requerimiento usado en la conquista de América, cuando a viva voz y
ante escribano se leía una exhortación formal a los aborígenes para que se
sometieran a su nuevo señor y adoptasen
el cristianismo, y si no lo hacían eran despojados de sus propiedades y
reducidos a la esclavitud, incluyendo a las mujeres y niños.
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