10 abr 2006

Una mujer del 1900

Dionisia Cabrera nació el 8 de abril del año 1900 en la segunda sección de San Roque. Para llegar a su humilde casa hay que ir por avenida Maipú y entrar por una tranquera, a la altura del kilómetro 8. Este año, festeja su cumpleaños número 106, lo que la convierte en la mujer más anciana de la provincia de la que se tienen registros.

En los genes de "Dioni", como cariñosamente la llaman sus nietos existe la predisposición a tener una muy larga vida. Su abuela Sixta vivió 116 años, también oriunda de San Roque. La pregunta obligada era aquella que permitiera descubrir el secreto para llegar a esa edad, sin siquiera ella tener la fórmula trata de buscar una explicación que satisfaga la curiosidad de la mayoría; y la alimentación parece ser la clave "yo me cuido mucho con la comida, antes, de chica no se comía cosas dulces, ni harina, ni azúcar".

Su mayor preocupación hoy, es que no llueva, para que no se frustre el asado que organizó en su honor su familia. Desde hace unos días Dionisia está muy ansiosa e inquieta porque sabe que hoy será un día de reencuentros. Salvo Runilda, su hija, que vive con ella, el resto de sus nueve hijos vivos está lejos, y hoy los volverá a ver después de bastante tiempo. También hoy conocerá a nietos nuevos, no se la puede culpar por haber perdido la cuenta, entre nietos, bisnietos y tataranietos son más de 60.

Se queja de tanto en tanto de que sus ojos no puedan ver todo lo que ella quisiera, y ya le comentó a sus hijos y a Dios como infidencia que está lista para cuando quiera venir a buscarla. A pesar de que sus oídos obliguen a hablarle fuerte, disfruta de un buen Chamamé, su música preferida y detesta el "tunchi, tunchi" que se escucha ahora.

Hace 30 años falleció el padre de sus hijos, pero el dolor de la pérdida no la amedrentó y siguió trabajando hasta los 80, cuando uno de sus hijos le dijo era el momento de decir basta. Dionisia manifiesta su molestia de que ya nadie siembre. Maíz, poroto, batata y mandioca, formaban parte de su cosecha y le proporcionaban sustento. Sus hijos explicaban de que no se podía continuar con la actividad porque robaban lo poco que se sembraba y no alcanzaba tampoco para vivir de la venta de lo producido.

Devota de la Virgen de Itatí y del Gauchito Gil, en cuyo nombre levantó un altar en su casa, tiene ganas de ir hasta Mercedes para realizarle un ofrenda y así cumplir con uno de sus pocos anhelos.

Las necesidades por las que atraviesa son muchas, pero ella no pide nada. Sin embargo es deber de todos respetar más de un siglo de vida y obligación de algunos garantizar que Dionisia no sea simplemente un personaje de libro de records y sea modelo de valoración hacia nuestros mayores.

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